LA RAÍZ DEL CAOS DE LA HUMANIDAD

Considerando los recientes escándalos alrededor del mundo, es evidente que la esperanza para superar el problema de caos que afecta hoy a la raza humana, no radica en lo político; pues a través de la historia, tanto los líderes de Centro, como los de Izquierda y de Derecha, tienen ejemplos de corrupción que han perjudicado a los pueblos que ellos mismos gobiernan. Tampoco es sexual, pues tanto los de la comunidad LGBTI como los heterosexuales, evidencian casos en los que se ha causado daños a la familia y a la sociedad. Tampoco es religioso, ya que ninguno en ese sector tiene la autoridad moral para arrojar la primera piedra, juzgar y condenar a los que hacen el mal.
Hace cerca de 2000 años un escritos bíblico dijo:
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;
No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
Su boca está llena de maldición y de amargura.
Sus pies se apresuran para derramar sangre;
Quebranto y desventura hay en sus caminos;
Y no conocieron camino de paz.
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
(Romanos 3:10-18 RVR 1960)
A través de todos estos años de historia de la raza humana, se han producido suficientes evidencias que indican que la esperanza para superar el caos que la destruye, no tiene origen antropológico ya que la raíz del problema no es su salud mental, ni ideológico, ni político, ni religioso, ni genético, ni sociológico; sino que está en la misma naturaleza humana y se define con la frase: "naturaleza pecaminosa"; esto se refiere a la imposibilidad del ser humano de acatar el ordenamiento de su Creador para vivir en la armonía de sus parámetros. Por ello es necesario entender que el origen de la solución es divino, pero no religioso. La única alternativa posible se hace accesible a cada individuo, cuando le da a Dios el lugar que le corresponde dentro de su corazón, para que sea Él mismo quien cause las transformaciones que nuestra vida necesita, y nos constituya en instrumentos de cambio y salvación para la peor de las problemáticas de la humanidad: EL PECADO, pues ese es precisamente el que la condena.
Pecado no es una enfermedad, no es una religión, no es un defecto, ni es un invento de los fanáticos; es la real condición jurídica de la raza humana frente a las leyes de Dios.
Si una persona viola una norma de transito, recibirá un comparendo que le obliga a pagar una multa; y si viola una ley civil puede ser privado de su libertad; pero si viola una ley divina, será condenado y eso equivale a un destino de muerte eterna. Por ello no debemos ser aliados del pecado, sino combatientes contra él, y aliados de Dios, para que haya esperanza de salvación a la raza humana.
Cristo volverá por segunda vez, y tomará su lugar en el trono de David para gobernar desde allí a todas las naciones; ese será el mejor gobierno que la humanidad tenga, pero ese gobierno debe iniciar hoy mismo en la vida de cada uno cuando decida entregarle a él trono de su corazón.

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